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Memorice la Palabra de Dios.

Memorizar a Palabra de Dios es un privilegio, no una obligación. El beneficio es totalmente para nosotros, pero el placer es todo para él.

Memorizar las Escrituras requiere de tiempo y esfuerzo, de modo que usted necesita una buena razón para hacerlo. Las siguientes son tres buenas razones.

Primero, memorizar la palabra de Dios le rinde honor a él. Lea el Salmo 119 y note el honor que el escritor le tributa a Dios y a Su Palabra.

Versículo 89: "Para siempre, oh Jehová, / Permanece tu palabra en los cielos."

Versículo 105: "Lámpara es a mis pies tu palabra, / Y lumbrera mi camino."

Versículo 140: "Sumamente pura es tu palabra, / Y la ama tu siervo."

Versículo 162: "Me regocijo en tu palabra, / Como el que halla muchos despojos."

La razón por la que le escritor valora en tal alto grado la Palabra de Dios es que valora a Dios. La Palabra de Dios es un reflejo de Sí mismo. Es una revelación de Su mente. Memorizar las Escrituras es lo mismo que guardar en el corazón la Palabra de Dios. Recuerde, Dios escribió solamente un libro, y usted le rinde honor cuando muestra el respeto por ese Libro, la Biblia, al guardarla en el corazón. "¡Oh, cuanto amo yo tu ley! / Todo el día es ella mi meditación" (Salmo 119:97).

Una segunda buena razón para aprender de memoria la palabra de Dios es para que lo guarde de pecar. El salmista lo dijo de esta manera: "En mi corazón he guardado tus dichos, / Para no pecar contra ti" (Salmo 119:11). Cuando usted es tentado a pecar necesita una defensa eficaz. Dios ha provisto esa defensa en Su Palabra. Si usted ha memorizado porciones de la Palabra de Dios estará listo para hacerle frente al Tentador. Cuando éste le acose y trate de hacerle caer en el pecado, usted necesita un buen arsenal de Escrituras.

En la Biblia hay un ejemplo perfecto de esta defensa. A principios de Su ministerio el Señor Jesús fue tentado severamente por Satanás, el Tentador.

La primera tentación tuvo lugar en un desierto desolado. Jesús había sido conducido a ese lugar por el Espíritu Santo, y allí había ayunado por 40 días. Satanás sabía que tendría hambre, de modo que lo tentó con comida. Jesús citó la Biblia (Mateo 4:4).

Luego Satanás llevó a Jesús al pináculo del templo, muy por encima del Valle del Cedrón. Allí Satanás tentó a Jesús para que se echara abajo del pináculo. De nuevo Jesús citó las Escrituras (Mateo 4:7).

Finalmente el Tentador llevó al Señor a un monte alto, y le tentó con poder al desnudo, diciéndole que le daría todos los reinos del mundo si sencillamente caía a los pies de Satanás en adoración. De nuevo Jesús citó las Escrituras (Mateo 4:10).

Jesús es un tremendo ejemplo de lo que se debe hacer cuando se es tentado. Si usted se ha preparado para la tentación guardando en su corazón la Palabra de Dios, al memorizar pasajes de ella, el Espíritu Santo le traerá a su mente esos versículos cuando más los necesita. Recuerde, los versículos de la Biblia le preservarán de reveses espirituales. Guarde en su corazón la Palabra de Dios para no pecar contra él.

Una tercera razón para memorizar las Escrituras es prepararse para dar respuesta a los que cuestionan su fe en Cristo. En caso de que todavía no lo haya notado, no todo el mundo está contento con el hecho que usted se haya hecho un creyente. Algunos de sus antiguos amigos harán o dirán todo lo que puedan tratando de que usted abandone su nueva fe. Su nueva vida los hace darse cuenta del pecado en sus propias vidas. Y cuando vengan a usted con preguntas necias, cuando hagan burla de su fe, cuando pongan en tela de duda su fe en el Salvador, usted se alegrará de haber memorizado la Palabra de Dios.

El apóstol Pedro nos dio este sagaz consejo en 1 Pedro 3:15: "Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros." Puesto que usted nunca sabe cuando tendrá que presentar tal defensa, debe estar siempre listo. Esto requiere memorizar las Escrituras consistentemente. Es uno de los primeros pasos importantes del nuevo creyente.

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